Me llamo Osvaldo Orestes Guidi, bueno, así decidieron llamarme hace ya bastante tiempo y creo haber sido fiel a ese legado de amor... o desamparo. así firmo, así me conocen mis amigos y los otros, así figuro en la guía telefónica o en las boletas de impuestos (puede probarse...)
Durante mucho tiempo mi nombre me resultó extraño, como si no fuera mío. Era tan solo eso, un nombre. Fue así como un buen día, harto de llevar conmigo a ese sujeto que no era yo o era yo en partes, decidí apropiarme definitivamente de mí. Fue duro (es duro, pero maravilloso) porque solo a partir de conformar este rompecabezas de mi historia personal, empecé a vislumbrar el doloroso y placentero proceso de convertirme en persona.
Nunca pretendí formar actores, ni si quiera ayudar a transformar y sanar la vida de otros. Yo de chico quería ser actor, Superman, San Francisco de Asís y trapecista. Torturaba a mis amiguitos con mi tinglado de títeres o mis guiones de obras o mis películas en papel manteca y tinta china. La hora de la siesta era todo un ritual ante el espejo donde iban apareciendo miles de personajes, algunos muy producidos, ya que mi papá era sastre y me hacia trajes maravillosos, otros los inventaba con cualquier elemento. yo quería volar, actuar, sufrir la vida de los otros y salir como Alfredo actor en Radiolandia (una mezcla de profundidad y vanidad)
Estudie mucho, deje mi pueblo, luego Rosario adonde se habían trasladado mis padres y me mande a Buenos Aires, a ganármelo todo. Pero estudie mucho, no fui de lleno a buscar trabajo, estudie con los mejores, mucho tiempo, con mucha dedicación, leí, vi teatro, vi cine, participe de toda la movida cultural antes de la dictadura. Pise de joven el Colón o la sala Martín Coronado del teatro San Martín, y empecé un día a dar clases y a generar mis propios espectáculos con mis alumnos o conmigo mismo. Y no pare, hasta que un día llegó la televisión, tarde, pero el éxito fue en menos de un año y medio, gané el Martín Fierro al mejor actor de reparto y el ángel de plata al mejor actor de Tv. Ahí vino el vacío, había estudiado con los grandes, la televisión no me llenaba como el teatro, pero ningún maestro me había enseñado una técnica para usar como caja de herramientas y llegar a todas las emociones desde la verdad, hasta que conocí a Eric Morris y luego a Joy Morris, con quien me preparé durante ocho años, en ese tiempo, compre mi propia escuela y mi propio teatro y monte mis propios espectáculos. Me encanta trabajar con mis alumnos, ayudarlos, mimarlos, pero sé que no es tarea fácil y a veces se paga caro, pero es parte de mi personalidad: dar... no parar de dar... fueron ocho años duros con mi critico a flor de piel peleándome con el método y mi profesora, descubriendo mis hábitos, el jugar el resultado, el empujar demás. Aprendí que menos es más.
Ser actor es un acto de por vida donde no existen las recetas y en el cual nunca debe saltearse de lado la persona. Fue por eso que explore en otras disciplinas, como Insight, escuela de vida, técnicas de meditación y respiración, astrología, mancias, Eutonía, y cuanta posibilidad de ampliar mis conocimientos.
He sido siempre un buscador, una persona que trabaja de actor no es actor, se siente artista pero antes persona, no sale a la calle a esperar el flash ni el autógrafo, todo lo contrario me mezclo entre la gente, copio, charlo, me abrazo, río, lloro... busque hasta mi propia religión, mis ideologías, mis técnicas complementarias, mi alimentación sana, mi modo de vida, mis experiencias negativas fueron grandes aprendizajes. Como Alicia en el país de las maravillas soy lo que soy y tanto más. Eso he pretendido con mi propia escuela, estar absolutamente vivo, despierto, donde el otro es más importante que yo porque él va a dármelo todo y yo también. Ser y parecer, nunca trabajar para el publico. Y ahora hay que cachetear a diario nuestra vanidad, nuestro egocentrismo, el querer actuar para que te quieran y vivir el mágico orgasmo de la emoción. Romperse en mil pedazos para componerse y ser siempre distinto.
Nací en un pueblito de quinientos habitantes, mas la colonia, al mejor estilo macondo de García Márquez, calles de tierra, los juegos salvajes a la hora de la siesta, las bandas de atorrantes con lanzas y granadas de cohetes, el arco y la flecha, el rifle de aire comprimido, la bici, las bolitas, el hoyo y quema del cual no salías ileso. El televisor en blanco y negro con Nini Marshall, los cinco grandes del buen humor, las novelas con besos llenos de saliva no como ahora que son secos, Narciso Ibáñez Menta que me hacia temblar de miedo pero me encantaba, Chaplin. Cuanta magia en esa época, cuanta creatividad, no como ahora donde todo es un show de prostitución, tetas y culos o periodismo amarillo.
Dedicarme a la formación de actores me ha quitado también otras cosas, el hacer más teatro, ya que siempre estoy en mis clases, trabajar el doble, ya que la energía que insume la docencia es infernal, tenés que estar a full presente todo el tiempo esperándolos con tus brazos abiertos para que salten tranquilos.
Viví el éxito, los premios, los castigos de los premios, el hartarme de no trabajar creativamente, el elegir mas anonimato por mas creatividad y coherencia y ética profesional un precio muy caro en esta sociedad mediática y frívola.
Ahora valoro mis afectos, vivo en una casa con escuela y teatro, todo gira en un mismo centro, tengo siete mascotas que me enseñan día a día todo lo que tengo que aprender al igual que mis alumnos, y cuando aparece algo rescatable en tele ahí voy, pero con reparo. No quiero traicionarme. Ahora me uso a mí mismo y no quiero perder el placer en el trabajo, cosa que no me ocurre en el teatro y si generalmente en la televisión, trabajo que igual me gusta, pero que generalmente se hace desde el repentismo, la letra estudiada ya, el no ensayo, casi técnico.
Ahora prefiero el riesgo hermoso del teatro, de llevar mi día al escenario, de escribir mis propias obras y dirigirlas, de preparar docentes.
Ha pasado un tiempo, experiencias, compañeros actores, de algunos viajes, profesores, éxitos y fracasos, que en definitiva son el éxito futuro. Porque el éxito para mí es hacer lo que uno cree y siente que tiene que hacer, y por eso siento que estoy en el camino que siempre quise estar, con mas experiencia y más deleite... ¡ahora estoy vivo!